Un viejo relato budista nos cuenta como un hombre en busca de respuestas y guía espiritual visitó a un maestro zen.
Cuando se encontraron en lugar de escuchar, el visitante nervioso y ansioso por saber, se dedicó a hablar y hablar, sobre todo de sus propias ideas, queriendo comprobar si el maestro las compartía. El maestro callado escuchaba, al cabo de un rato, comenzó a servir té al invitado, mientras este continuaba hablando.
Llenó la taza de su invitado, y continuó sirviendo hasta que el té se derramó por toda la mesa. El visitante perplejo dejó de hablar sobre sus teorías y le dijo que la taza estaba llena. No pudo evitar preguntar al maestro por qué seguía sirviendo si ya no cabía más té y se estaba manchando todo.
El maestro que comenzó a hablar por primera vez, le explicó que, como la taza, el visitante ya estaba lleno de sus propias ideas y opiniones, y no podría aprender nada si no vaciaba antes su taza. No merecía la pena buscar información o experiencias nuevas.
Ocurre lo mismo cuando nuestras mentes y nuestras vidas están demasiado llenas. Carecemos de espacio para afrontar nuevas experiencias y perdemos oportunidades de aprender y profundizar. Todo un proceso soltar y priorizar… lo digo por propia experiencia, ejem…
Me gusta pensar que cada vez que dejo un espacio en mi mente o en mi agenda doy permiso para que la magia ocurra y la vida me sorprenda.
Dejar ir para tener más libertad y felicidad
Para reflexionar más sobre el tema me encanta este blog sobre minimalismo: sencillezplena.com