Cuando el único camino es aceptar que somos humanos.
Milarepa fue un hombre que vivió en una cueva totalmente solo y meditó con entusiasmo durante años. Una noche regresó a la cueva y la encontró llena de demonios (obstáculos). Cocinaban y se comían su comida (los demonios del deseo), dormían en su cama (los demonios de la pereza) y cambiaban de lugar sus pertenencias sin cesar (los demonios de la aversión). Se habían apoderado del lugar. Sabía que eran una proyección de esas partes de sí que no aceptaba, pero no sabía como librarse de ellos.
Intentó diferentes cosas. Intentó enseñar a los demonios a meditar, les explicó el poder de la compasión, les mostró la unidad de la vida y la importancia de la generosidad. Pero seguían allí, perdió la paciencia y se enfadó, gritó y lloró. Algunos demonios también se enfadaron y se volvieron más hostiles, otros no paraban de reírse y de burlarse de él. Ya no podía más…
Finalmente renunció a luchar más, se sentó y se dio por vencido. «Vivamos todos juntos aquí». En ese momento de renuncia todos se fueron, ya no tenían con quien combatir, a excepción del más cruel que permaneció. Milarepa abatido y sin saber que hacer, metió la cabeza dentro de la boca del demonio y dijo: «cómeme si quieres, ya no puedo más». Un acto total de rendición, una voluntad de renuncia a cambiar la situación, una aceptación total de lo que había… el demonio entonces desapareció, se esfumó.
Cuando uno deja de resistirse a cada momento, deja de resistirse a todo lo que no le gusta de ser humano, los demonios ya no pelean contra nosotros, no hay contrincante. Es absurdo intentar engatusar, huir o luchar de esa parte de nosotros que no nos gusta, también somos nosotros, somos humanos.
(Pequeña adaptación del cuento que leí en «El zen de la alimentación» de Ronna Kabatznick)
1 comentario en «Milarepa, cuento para la conciencia»
Hermoso y sabio cuento. La rendición. Mucho más fácil hablar de ella que practicarla. Mila esker Amaia.